El debut como directora de Zoë Kravitz, Blink Twice, puede ser comparado con Get Out de Jordan Peele, pero rápidamente crea su propio nicho inquietante. La película atrae a los espectadores con un escenario familiar (una escapada aislada que se convierte en un territorio inquietante), pero lo que comienza como un elegante thriller social pronto se transforma en algo mucho más siniestro e impredecible.
La historia se centra en Frida (Naomi Ackie), una camarera de cócteles que llama la atención del multimillonario tecnológico caído en desgracia Slater King (Channing Tatum) en una lujosa gala. Slater, ahora reformado y aparentemente encantador, invita a Frida y a su amiga Jess (Alia Shawkat) a su isla privada. Lo que comienza como una escapada lujosa rápidamente toma un giro oscuro. El recuerdo de Frida de cada noche se desvanece en el olvido, aparece misteriosamente suciedad debajo de sus uñas y, lo más inquietante, Jess desaparece sin dejar rastro, sin que nadie recuerde su presencia.
Kravitz crea tensión con habilidad a través de una cinematografía y un diseño de sonido precisos, creando una atmósfera que es a la vez cautivadora y desconcertante. La verdadera fortaleza de la película radica en su capacidad de mantener al público en vilo, ya que critica inteligentemente la dinámica de poder y el atractivo tóxico de la riqueza, todo ello a la vez que ofrece una narrativa emocionante.
A medida que se desarrolla la trama, la alianza de Frida con Sarah (Adria Arjona) agrega una capa sorprendente, desafiando la naturaleza competitiva arraigada en las mujeres que navegan en los círculos de élite. Blink Twice finalmente se convierte en una oscura fantasía de venganza, que ofrece una conclusión contundente, aunque un poco hueca, que deja a los espectadores emocionados y contemplativos.
Blink Twice llega a los cines el 23 de agosto.
—
Crédito de la foto: lev radin / Shutterstock.com