Sydney Sweeney asumió un reto que pocos en Hollywood se atreven a enfrentar: transformarse no solo físicamente, sino también emocional y espiritualmente, para encarnar a una mujer cuya historia exige ser contada. En “Christy”, Sweeney revive la vida de Christy Salters Martin, quien fue la boxeadora más famosa de Estados Unidos. Martin no solo enfrentó oponentes en el ring, también luchó contra el trauma, el abuso y la supervivencia.
La película narra el camino de Martin desde su crianza en un pequeño pueblo de Virginia Occidental hasta alcanzar la fama en el boxeo, culminando en un brutal ataque casi mortal a manos de su entonces esposo y entrenador. Que haya sobrevivido —y vuelto al ring— es extraordinario. Sweeney, quien también produjo el filme, se comprometió con ese realismo: aumentó 14 kilos, montó un gimnasio improvisado en el cobertizo de su abuela en Idaho y soportó escenas de pelea reales para lograr autenticidad, no solo actuación.
Martin, ahora de 57 años, ha dejado atrás gran parte de su antigua vida. En la gira de prensa, confesó que no disfruta revivir recuerdos dolorosos: preferiría volver al anonimato en Virginia Occidental. Pero para Martin, “Christy” no trata de fama ni redención, sino de propósito. Espera que la visibilidad de la película amplifique su misión: hablar en refugios, escuelas y grupos de apoyo —dar voz a quienes, como ella, han tenido que luchar para salir de la oscuridad.
Para Sweeney, la película también ha sido transformadora. Conocida en Hollywood por su imagen glamorosa, afirma que “Christy” le ofreció la oportunidad de desprenderse de los reflectores y demostrar que la fortaleza, la lucha y la supervivencia merecen ser contadas. Lo considera el proyecto más significativo de su carrera. Uno donde la historia importa más que la taquilla.
Porque para Martin —y para muchas mujeres que han enfrentado el dolor y han logrado levantarse— la fuerza no está en los titulares. Está en sobrevivir.