Sally Kirkland, la dinámica actriz que abrió un camino audaz en el teatro y el cine durante más de sesenta años, falleció a los 84 años. Reconocida por su papel nominado al Óscar en Anna y su aparición junto a Paul Newman y Robert Redford en El Golpe, Kirkland murió en un hospicio en Palm Springs tras sufrir una serie de lesiones debilitantes y complicaciones posteriores.
Su batalla médica, que incluyó fracturas en las vértebras, muñeca y cadera, llevó a sus amigos a lanzar una campaña de GoFundMe. A pesar de su estado, Kirkland permaneció viva en la memoria de colegas y admiradores.
La carrera de Kirkland desafió cualquier etiqueta. Se movió con facilidad entre dramas serios y clásicos de culto poco convencionales, desde Tal como éramos y JFK hasta Locuras en el Oeste de Mel Brooks y la inolvidable Todopoderoso. Sin embargo, fue Anna, la película de 1987 donde interpretó a una actriz checa en decadencia que reconstruye su vida, la que se convirtió en su obra más emblemática. Esa actuación le valió un Globo de Oro y una nominación al Óscar, colocándola junto a figuras como Cher, Glenn Close y Meryl Streep en esa temporada de premios.
Nacida en una familia vinculada al mundo de la moda —su madre fue editora en Vogue y Life—, Kirkland comenzó a modelar a los cinco años. Su formación artística incluyó estudios en la American Academy of Dramatic Arts y con Lee Strasberg, uno de los padres del “método”. Sus inicios estuvieron marcados por papeles en Shakespeare y producciones vanguardistas, incluyendo 13 mujeres más bellas de Andy Warhol y la provocadora obra Sweet Eros.
En televisión, dejó su huella en programas como Roseanne y Mentes Criminales, además de protagonizar series como Valley of the Dolls. Más allá de su carrera, fue una buscadora espiritual comprometida, activa en seminarios transformacionales y afiliada a la Iglesia del Movimiento de Conciencia Interior Espiritual.
También dedicó tiempo a causas sociales, apoyando a personas con VIH/SIDA, alimentando a personas sin hogar y promoviendo la reforma penitenciaria, especialmente para jóvenes presos. Su activismo fue tan audaz como sus elecciones artísticas, que incluyeron desde roles memorables hasta otros controvertidos, como en la película de culto Futz.
Reconocida por su generosidad, vulnerabilidad y presencia implacable, Kirkland deja un legado de arte sin concesiones y servicio genuino. Como señaló SAG-AFTRA, fue mentora, luchadora e inspiración duradera.