Robert Redford, el carismático titán del cine estadounidense y visionario creador del Festival de Cine de Sundance, ha fallecido a los 89 años. Su publicista, Cindi Berger, confirmó que murió en paz en su amado hogar en las montañas de Utah, rodeado de su familia.
Con una carrera que se extendió por más de seis décadas, Redford dejó una huella imborrable en la historia del cine con actuaciones inolvidables en Butch Cassidy and the Sundance Kid, The Sting y All the President’s Men. Pero fue mucho más que un ídolo de matiné: fue un defensor de las voces independientes, un director audaz y un activista comprometido.
Obtuvo su primer Óscar no como actor, sino como director, por el drama Ordinary People en 1980. Años más tarde, el presidente Barack Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad, elogiándolo por “haber descubierto qué hacer después” de conquistar Hollywood.
El legado de Redford está ligado de forma inseparable al Instituto Sundance, que fundó en 1981 para ofrecer una plataforma a los narradores fuera del sistema de estudios. El Festival de Cine de Sundance en Park City se convirtió en una fuerza cultural, impulsando las carreras de Quentin Tarantino, Steven Soderbergh y muchos otros.
Nacido en Santa Mónica en 1936, Redford fue un joven artista y atleta errante que descubrió la actuación en Nueva York. El éxito en Broadway con Barefoot in the Park lo llevó a una cadena de éxitos cinematográficos que definieron los años 70, consolidando su presencia en pantalla: inteligente, con alma y naturalmente carismático.
Fue una fuerza política inesperada en la industria, produciendo All the President’s Men y asegurándose de que mantuviera la precisión periodística. Como director, exploró la identidad, el poder y la conciencia estadounidenses en películas como Quiz Show y Lions for Lambs.
En años recientes, sorprendió con All Is Lost —una historia de supervivencia casi sin diálogos— y apareció en el universo Marvel como un villano astuto. Su despedida actoral, The Old Man & the Gun, fue una nota suave para cerrar una carrera ilustre.
Redford deja a su esposa, la artista Sibylle Szaggars, y a dos hijas de su matrimonio con la historiadora Lola Van Wagenen. Sufrió la pérdida de dos hijos, Scott y David.
Se va no solo como estrella, sino como una brújula para el cine independiente, el riesgo artístico y la responsabilidad cívica. El “Sundance Kid” puede haberse ido, pero su espíritu sigue cabalgando.