Cincinnati acudió con toda su fuerza el miércoles por la noche para honrar a Pete Rose, justo un día después de que las Grandes Ligas de Béisbol lo eliminaran póstumamente de la lista de inelegibles permanentes. Entre cánticos de “¡Pete! ¡Pete!” y un mar de camisetas con el número 14, el Great American Ball Park se transformó en un homenaje viviente al querido hijo de la ciudad.
La ceremonia previa al partido fue emotiva, con historias del miembro del Salón de la Fama Barry Larkin y exestrellas de los Rojos como Eric Davis y George Foster. La familia de Rose entregó la pelota del partido, mientras un coro local interpretaba el himno nacional en su honor.
“Esta ciudad era mi padre”, dijo su hija, Fawn Rose, capturando la profunda conexión entre Rose y Cincinnati.
A pesar de su controvertida prohibición de las apuestas, el estilo de juego feroz de Rose y su incansable ética de trabajo le ganaron un lugar especial en los corazones de los aficionados de los Rojos. Muchos, como Jerry Casebolt, de 80 años, reflexionaron sobre los momentos inolvidables que Rose le brindó a la ciudad; momentos que, según creen, consolidan su derecho al Salón de la Fama. Si bien el destino de Rose en el Salón de la Fama sigue siendo incierto, la velada se centró menos en la controversia y más en celebrar un legado cimentado en la determinación, la pasión y un vínculo inquebrantable con su ciudad natal.
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Crédito de la foto: David Lee / Shutterstock.com