El reciente enfrentamiento de los Dallas Cowboys contra los Las Vegas Raiders se convirtió en un conmovedor homenaje y una poderosa declaración futbolística. El equipo se unió para honrar la memoria del ala defensiva Marshawn Kneeland, quien falleció trágicamente el 6 de noviembre tras una breve persecución policial y un disparo autoinfligido, según las autoridades.
Durante la semana de descanso, los Cowboys dejaron de lado la rutina. Se reunieron con consejeros de duelo y realizaron una vigilia con velas para procesar el impacto emocional de la pérdida. Al regresar al campo, el tributo fue evidente: camisetas con el rostro de Kneeland, una calcomanía con su número 94 en los cascos, y su camiseta colocada detrás del banco defensivo.
En la noche del partido, la emoción se mezcló con la concentración. El mariscal de campo Dak Prescott expresó que el equipo entendía la responsabilidad: “Tenemos que jugar así todas las semanas de ahora en adelante. Él siempre estará con nosotros”. El entrenador de la línea defensiva, Aaron Whitecotton, incluso llevó una réplica del jersey número 94 como símbolo de unidad.
Esa unidad se tradujo en una actuación dominante. La defensa de los Cowboys permitió solo un touchdown, mantuvo a los Raiders en 236 yardas totales y presionó al mariscal rival en 16 de 49 jugadas de pase. Lo capturaron cuatro veces y lo golpearon en 18 ocasiones. En ataque, Prescott lanzó cuatro pases de touchdown a cuatro receptores diferentes: CeeDee Lamb, George Pickens, Ryan Flournoy y Jake Ferguson. Flournoy, particularmente cercano a Kneeland, dijo: “Era nuestro compañero, nuestro hermano… Se ha ido, pero no se ha ido. Sigue con nosotros”.
Los Cowboys demostraron que el duelo no los ha desviado, sino que los ha unido. Parecen decididos no solo a recordar a Kneeland, sino a canalizar su espíritu en cada jugada que queda de la temporada.