En un enfrentamiento legal que podría transformar el futuro de NASCAR, 23XI Racing, copropiedad de la leyenda del baloncesto Michael Jordan y el veterano piloto Denny Hamlin, ha llevado al deporte a los tribunales. El equipo presentó una demanda federal por prácticas antimonopolio, alegando que el sistema de “charters” y el modelo de reparto de ingresos de NASCAR suprimen la competencia justa y benefician a unos pocos, dejando a los equipos independientes financieramente asfixiados.
Testificando el primer día del juicio en Charlotte, Hamlin ofreció un testimonio profundamente emotivo sobre su trayectoria en el automovilismo y las duras realidades económicas que enfrentan equipos como 23XI. Al borde de las lágrimas, relató cómo eligió las pistas de carrera en lugar del negocio familiar y cómo invirtió decenas de millones de dólares para construir una operación competitiva.
Hamlin reveló que cuesta aproximadamente 20 millones de dólares al año mantener solo un coche en la NASCAR Cup Series. Los gastos incluyen desde tarifas de acceso a las pistas y equipo, hasta internet y personal. En 2022, 23XI pagó a NASCAR más de 703,000 dólares únicamente para participar. El equipo también invirtió cerca de 35 millones en construir un nuevo taller de carreras, además de asumir costos continuos por alianzas técnicas y operaciones.
Según Hamlin, el nuevo acuerdo de charter propuesto por NASCAR para el periodo 2025–2031 habría sido financieramente devastador para su equipo. Afirmó que firmar dicho acuerdo equivaldría a “firmar nuestra sentencia de muerte”, citando las oportunidades limitadas de ingresos y el creciente control centralizado de NASCAR.
La demanda presenta un panorama en el que NASCAR ejerce una influencia considerable sobre aspectos clave del deporte —como proveedores, repuestos y asignación de “charters”— mientras los equipos quedan sin poder de negociación ni margen para innovar.
Si el tribunal falla a favor de 23XI Racing, el veredicto podría desmantelar o reformar el modelo actual de “charters”, obligando a NASCAR a replantear cómo se admiten, financian y apoyan los equipos. Aunque esto podría abrir la puerta a una mayor competencia, también implicaría una reestructuración significativa del modelo financiero del deporte.
Para NASCAR y sus actores clave, este juicio no es solo una batalla legal: es un ajuste de cuentas público sobre cómo se cruzan el poder, el dinero y la supervivencia a 320 kilómetros por hora.