Timothée Chalamet apunta a la gloria cinematográfica en Marty Supreme, un vertiginoso descenso al mundo de los buscavidas del ping-pong en los años 50, reinventado con un estilo absurdo por el director Josh Safdie. Basada libremente en la vida de Marty Reisman, la película sigue el ascenso y caída de Marty Mauser, un empleado de zapatería que se transforma en un extravagante prodigio del tenis de mesa con delirios de grandeza.
Desde clubes humeantes en Nueva York hasta campeonatos internacionales en Gran Bretaña, el viaje de Marty es tanto un sueño febril como una saga deportiva. Pero esta no es la típica historia de superación. En lugar de arcos heroicos y entrenamientos inspiradores, Marty Supreme ofrece un cóctel caótico de ambición, obsesión y escándalo. El juego puede ser ping-pong, pero las apuestas se sienten shakesperianas.
Chalamet entrega una de sus actuaciones más arriesgadas hasta la fecha, encarnando por completo el encanto maníaco de Marty, su vulnerabilidad y su impulso implacable. Junto a él, Gwyneth Paltrow interpreta a Kay Stone, una actriz en decadencia atrapada en las fantasías de Marty, aportando profundidad al retrato de seducción y decadencia de la cinta.
Estilísticamente, Safdie se arriesga: secuencias surrealistas, ritmo de comedia disparatada y ambigüedad moral mantienen al espectador en tensión, reflejando el caos emocional del protagonista. Algunos la encontrarán agotadora, otros la considerarán electrizante, pero nadie podrá acusarla de jugar a lo seguro.
Con una calificación del 96% en sitios agregadores de críticas, Marty Supreme ya ha generado entusiasmo como un momento definitorio en la carrera de Chalamet y una audaz incursión en solitario para Safdie. Es una película que se atreve a mezclar glamour con suciedad, ping con pong, y ambición con ruina.