La ambición de los Buffalo Bills por el dominio recibió un duro golpe en Houston. Tras una dinámica serie inicial de 81 yardas que culminó con una carrera de 45 yardas de James Cook, la ofensiva se apagó y el marcador final de 23‑19 favoreció a los Texans.
El mariscal de campo Josh Allen vivió una noche para el olvido: fue capturado ocho veces (su peor marca personal) y recibió cuatro golpes adicionales. Aunque sufrió una molestia en el hombro durante el juego, regresó solo para seguir siendo blanco de la defensa rival. Sus números tras cruzar medio campo fueron alarmantes: completó solo cinco de once intentos para 36 yardas, lanzó dos intercepciones y presenció un balón suelto de Khalil Shakir en la zona roja de Houston.
La línea ofensiva no resistió la presión. El tackle izquierdo Dion Dawkins cometió una salida en falso clave al final del partido. El entrenador Sean McDermott señaló que los constantes fracasos en primera oportunidad (la ofensiva promedió solo 2.3 yardas por jugada) forman parte de una “fórmula poco saludable”. Las lesiones en la línea, en los linebackers y en la secundaria dejaron al descubierto la falta de profundidad del equipo.
McDermott no dio rodeos: “Cuando Josh recibe tantos golpes, eso simplemente no es una buena fórmula”. La derrota deja a Buffalo con récord de 7‑4, a dos juegos de los Patriots en la AFC Este. A medida que la temporada avanza, surgen interrogantes: ¿Podrán proteger al mariscal estrella? ¿Volverá a funcionar la ofensiva bajo presión? ¿Se recuperará una línea ofensiva golpeada antes de que se agote el margen de error?