Lenny Wilkens, un nombre que resuena profundamente en los anales de la historia del baloncesto, ha fallecido a los 88 años. Figura pionera cuyo impacto se extendió desde las canchas hasta las causas globales, Wilkens deja un legado imponente en el deporte, el liderazgo y el servicio comunitario.
Disfrutó de una carrera como jugador de 15 años en la NBA, obteniendo nueve selecciones al All-Star con los St. Louis Hawks, los Seattle SuperSonics y los Cleveland Cavaliers. Fue un base cerebral y eficaz, nunca llamativo pero siempre confiable, y se retiró en 1975 solo por detrás de Oscar Robertson en asistencias. Apodado “Sweety Cakes”, jugaba con la misma calma y determinación que luego caracterizaría su carrera como entrenador.
Tras retirarse como jugador, Wilkens se convirtió en entrenador y alcanzó un éxito histórico. Condujo a los SuperSonics al único campeonato de su historia en 1979 y en su momento ostentó el récord de más victorias como entrenador (1,332). Su carrera como técnico abarcó 32 años y seis equipos, incluyendo etapas destacadas en Cleveland y Atlanta, donde convirtió equipos en aspirantes sólidos.
Pero su influencia fue mucho más allá de las estadísticas. Wilkens fue clave en la fundación de la Asociación de Jugadores de la NBA, ayudando a establecer el primer sindicato reconocido en una liga deportiva profesional importante. También fue un firme defensor de los derechos civiles, forjando lazos con figuras como Martin Luther King Jr. y promoviendo la equidad racial a lo largo de su vida.
Nacido en Brooklyn y dos veces All-American en Providence College, Wilkens sirvió en el ejército estadounidense mientras continuaba jugando profesionalmente. Realizó giras con la USO en Vietnam y equilibró sus deberes patrióticos con su excelencia deportiva.
Fue un pionero dentro de la liga, convirtiéndose en el único entrenador afroamericano en la NBA en los años 70. Más tarde, obtuvo medallas de oro olímpicas con el equipo de EE.UU., primero como asistente del famoso “Dream Team” de 1992 y luego como entrenador principal en 1996.
Reconocido como uno de los más grandes de todos los tiempos, Wilkens fue incluido en el Salón de la Fama tanto como jugador como como entrenador, una distinción compartida por pocos. Fue homenajeado en el 75.º aniversario de la NBA como uno de sus 76 mejores jugadores y 15 mejores entrenadores.
En su retiro, Wilkens participó como comentarista y se dedicó a la filantropía. Su Fundación Lenny Wilkens recaudó millones para servicios de salud pediátrica en la clínica Odessa Brown en Seattle, reafirmando su compromiso de ayudar a los demás.
Lenny Wilkens fue más que una leyenda del baloncesto. Fue un símbolo de dignidad, perseverancia y propósito. Su legado perdurará no solo en los libros de récords, sino también en las vidas que tocó dentro y fuera de la cancha.