Jennifer Aniston, figura que define su estilo natural, ha evitado discreta pero conscientemente una de las noches más ostentosas de Hollywood: la Gala del Met. Aunque invitada con frecuencia, la actriz de 56 años admite que la experiencia la abruma. Lo que en su mundo se siente casual y auténtico —vaqueros, chanclas y camiseta de tirantes— se ve reemplazado por un “juego mental” de preparación meticulosa: elegir un vestido de alta costura, maquillarse, peinarse a la perfección y sortear la presión social.
La incomodidad de Aniston no radica en la vanidad, sino en la vulnerabilidad. Los ambientes de alfombra roja le generan ansiedad, sobre todo considerando cómo los medios pueden ensalzar a alguien y luego denigrarlo. El escrutinio constante y la necesidad percibida de estar “en onda” en esos espacios simplemente no le hacen ningún bien.
Dicho esto, no ha abandonado del todo las apariciones públicas: Aniston sigue asistiendo a las entregas de premios. Pero cuando se trata de ese icónico primer lunes de mayo, prefiere evitar el espectáculo en favor de la comodidad, la calma y mantenerse fiel a sí misma.
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Crédito de la foto: lev radin / Shutterstock.com