Glen Powell ha causado sensación en Hollywood en los últimos años, pero no olvida un tropiezo clave al comienzo de su carrera. Según cuenta el actor, uno de sus primeros grandes momentos en la industria fue sentarse frente a Dustin Hoffman —una verdadera leyenda de la actuación— y echar a perder por completo una lectura de guion.
Powell relata cómo surgió el encuentro, lleno de esperanza y emoción. Hoffman le había elogiado por un pequeño papel que había hecho y lo invitó a leer un guion en su oficina. Pero una vez que tuvo las páginas en la mano, la presión se volvió abrumadora. Powell dice que estaba tan impresionado por la presencia de Hoffman que se paralizó. Observaba cómo el entusiasmo de Hoffman se desvanecía mientras intentaba recitar sus líneas. “Estoy viendo cómo se le va la vida de los ojos”, recordó Powell. La realización de que estaba perdiendo el momento le golpeó con fuerza.
En lugar de dejar que aquello lo definiera de manera negativa, Powell usó la experiencia como un punto de inflexión. Cambió su mentalidad de admiración a colaboración: comenzó a ver a sus colegas actores —incluso a los íconos— como socios creativos, no como figuras inalcanzables. Ese cambio le permitió asumir riesgos y centrarse en la actuación como arte más que como espectáculo.
Hoy en día, Powell está lejos de ser un novato. Con papeles que van desde comedias románticas hasta acción de alto voltaje, ha construido una carrera que equilibra carisma, intensidad y versatilidad. Aun así, sigue viendo aquella incómoda lectura con Hoffman como una lección valiosa: le recordó que incluso las estrellas también tropiezan, y que esos momentos incómodos pueden ser la chispa para crecer. En Hollywood, saber recuperarse de un tropezón —y aprender de él— puede ser tan importante como ofrecer una actuación perfecta.
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